martes, 1 de mayo de 2012

Nereidas

En la mitología griega eran ninfas del mar, hijas del dios marino Forcis, que tenían cuerpo de ave y cabeza de mujer. Su voz era tan dulce que atraían hacia las rocas a los marineros.
Son peligrosas, los hombres que las oían perdían el control, eran atraídos hacia ellas como hacia el imán, y ellas les llevaban hacia la muerte.

En la Odisea, uno de los peligros que el héroe Odiseo logra superar, ya de regreso a casa, es el encuentro con las sirenas. Odiseo (o Ulises en la tradición latina), junto con su tripulación, se aproximan a la isla de las sirenas. Advertido por el peligro que corrían si llegaban a oírlas, decide seguir el consejo de la hechicera Circe y tapar los oídos de los compañeros con cera. Luego Odiseo se hizo atar al mástil de la nave para oír  a las sirenas sin correr el riesgo de sentirse atraído por ellas. Solo de este modo pudieron continuar el viaje sin peligro.


Canto XII, fragmento de La Odisea de Homero. Éste es el consejo de Circe:
“(...) Primero llegarás a las Sirenas, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, (...) antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto (...). Haz pasar de largo a tu nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil -que sujeten a éste las amarras-, para que escuches complacido la voz de las dos Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o los ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas. (...)”

Como hemos visto, en la mitología griega las sirenas tenían cuerpo de ave. Fue a partir de la Edad Media cuando empezaron a representarse con la imagen que ahora tenemos, cabeza y torso de mujer, cola de pez. Probablemente la leyenda de las sirenas la iniciaron los relatos de los marineros, al confundirlas con mamíferos marinos como las focas.
Hay muchos puntos de contacto entre las mujeres marinas y las sirenas. A todas se las representa en el mar, utilizando su hermosa voz para atraer a los marineros, hermosas y su cuerpo mitad pez mitad mujer, aunque son algunas sus diferencias.

Las mujeres marinas están casadas con los hombres del mar, ancianos con cola de pez que visitan la superficie y controlan las tempestades (o descontrolan).

Al vivir aisladas en el fondo del mar, la búsqueda del joven es más difícil, por lo que se ven obligadas a salir a la superficie y esperar a que llegue un barco con marineros, entonces tratan de enamorarlos con sus cantos, sus largos cabellos dorados en la superficie (verdes bajo el agua), hasta que logran atraerlos. Si un hombre no sucumbe a su encanto natural, ni a su voz, ni a sus promesas, entonces lo atraen a la fuerza, aunque para ello tengan que hundir el barco entero para poseerlo. Ése es el motivo por el que los hombres del mar las temen. El gran problema luego es regresar, a veces se muestran condescendientes y cuando han satisfecho sus deseos los dejan escapar, la mayoría los retienen para siempre o hasta que se aburren.  

Si la fantasía es un factor importante en el tema de las hadas, en las sirenas la leyenda, la mitología y la tradición han puesto su granito de arena para crear un personaje fantástico y fascinante.

Su descripción es tremendamente femenina: su cabello largo, sedoso, resplandeciente; su voz, melodiosa, atrayente; su belleza, indescriptible; su precio, casi siempre la muerte.

Unido a sus encantos, muchos son los poderes que les atribuyen. Dicen que adivinan el futuro, que otorgan poderes sobrenaturales, que provocan las tormentas. Y estos poderes aún aumentan más en las noche de luna llena, cuando salen a la superficie.
Entre sus preferencias dicen que les pierden las joyas, que consiguen de los barcos que logran abatir, pero lo que les ha hecho famosas es la fascinación que sienten por los jóvenes y guapos marinos, a los que atraen hacia sus palacios. Si el amante accede a sus deseos los tratan amablemente, los agasajan y les permiten llevar en su palacio una vida llena de lujos y comodidades; si por el contrario el hombre se resiste contra ellas, los atan con cadenas de oro y los mantienen presos hasta que acceden.

Se dice de ellas que son caprichosas y que consiguen lo que quieren. Lo sorprendente es cómo logran escapar a la presión de los padres y maridos, porque viven muy vigiladas y protegidas.

 
En el amor de la sirena hacia el mortal, además de capricho, hay mucho de gusto por lo prohibido y de curiosidad. En el amor del hombre hacia la sirena está el atractivo del amor ideal pero fatal, el encanto del amor peligroso, la atracción del vértigo, de lo desconocido.

Al igual que las mujeres marinas, las sirenas observan a los hombres desde su roca, atrayéndolos con su belleza. Si no acceden provocarán una tormenta hasta conseguirlo. Pero si en el mar son dominantes e impulsivas, en la tierra son tímidas y sumisas. Algún marinero cuenta que pudo atraerlas robándoles su sombrero rojo o su capa oscura, entonces humildemente los acompañaron, aunque nunca se acostumbraron a la tierra. Son mujeres del mar y el mar es su medio, ¿para qué sacarlas del mar y tener una triste, dulce y sumisa mujer si puedes jugarte la vida y vivir un amor salvaje, prohibido y peligroso en el mar?









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