Que pasaría si al adentrarnos en medio del bosque, en el atardecer al oir el canto del mirlo con atributos hipnóticos oimos algún otro sonido, como el gemido apagado de alguna mujer .... escucharlo es deleitarse y a la vez fascinarse.
Sin embargo no hay mejor música que la que se destila del bosque en el ocaso, cuando el aire huele a aire y el pino aun conserva el suyo a resina caliente.
Ya entrada la noche, a través de la tierra húmeda se puede disfrutar del silencio, roto por los sonidos fantasmagóricos de ciertas aves nocturnas y el crujido de nuestras botas sobre las hojas secas.
Poco a poco el oído va separando las notas, los pájaros usan la siringe, el equivalente a nuestra laringe, lo que les permite disponer de dos cámaras que les deja emitir dos sonidos simultáneamente, que se van conjugando armónicamente distinguiendo tantas especies como atención prestes, mirlos, canarios aflautados, gorriones despistados, o el sonido majestuoso de los búhos.
Estaba tan absorto intentando identificar los sonidos que hasta me pareció oír una especie que no reconocía, entre tanta fiebre de sonidos distinguí el ritmo incansable de un pájaro carpintero pero mezclado con el aullido de un gato, me enfilé por un sendero que conducía a una especie de explanada entre la densa espesura de un bosque y presté más atención.....
El sendero estaba flanqueado de peñascos atormentados por el sol y el fuego del cielo ardía en la tierra, ahora se distinguía claramente un rítmico gemido ansioso, me acurruqué entre las ramas del último árbol antes de un pequeño claro en el que se veían unas grandes piedras negras, unas estaban enhiestas y otras tumbadas en el suelo, me quedé sin aliento, mas adelante apareció un laberinto de raices de hayas gigantes, inmensas como sus troncos y semienterradas entre las hojas rojizas.
Encima de una de esos laberintos de raices ancestrales, una hermosa y joven mujer se entregaba a un extraño ritual, se frotaba casi desnuda contra una inmensa raíz con forma de falo tumbado entre la hojarasca del bosque, enlazadando la madera ancestral con los muslos hasta en la lejanía formar parte de la misma, aplastaba su sexo contra la superficie áspera de su corteza, se deslizaba a la parte superior subía y se dejaba bajar lentamente con la gravedad y con el empuje de sus redondeadas piernas, gimiendo levemente pero amplificado por el silencio existente, sus muslos eran blancos, destacaban entre la maleza, de no existir el contorneo se diría que parecía formar parte de una escultura que había cobrado vida, en aquella visión, me estremecí por el deseo y una corriente eléctrica recorrió mi espalda.
Su cuerpo desnudo se retorcía ante mi, una de sus manos atrapaba con fuerza la muñeca contraria y sus brazos de piel blanca exquisita rodeaban el tronco como dos serpientes que se mordían la cola, se retorcía en cada embate, sus cabellos de oro brillaban por el sudor y golpeaban su espalda rítmicamente como espoleada por un látigo de hilos de seda, el aire parecía estar paralizado ante aquel espectáculo de pasión desenfrenada.
Inesperadamente lanzó un grito,sacudida por un espasmo, se dejó resbalar poco a poco al suelo hasta donde estaban sus ropas.
Se repitió la escena en días sucesivos, en el ocaso del cuarto día justo en el momento en que se desnudaba, cuando iba a abrazar la raíz salí del bosque de puntillas intentando dar una imagen espectral y andando con toda la parsimonia de la que era capaz, con una rama de olivo en una mano, ataviado solo con una sábana blanca cruzada sobre el pecho, buscando el contraluz y dejando que la fantasía y la sombra alargada se escurriera entre las piedras dando una imagen enigmática y a la par majestuosa.
-Pero se puede saber ....¿quién eres tú?
-Soy Kévix (Dios de la Tierra Seca), le entregué la ramita que había cogido antes distraidamente para confirmarlo.
Contesté ahuecando la voz, como si de un Dios se tratase
-¿Entonces mi sacrificio ha funcionado?
-Si, serás muy fecunda a partir de ahora, pero aún te falta el último sacrificio.
Se desnudó y allí mismo apretada su espalda contra una piedra en forma de falo, aún caliente por los rayos huidizos del sol, buscó bajo la sábana y tomó mi atributo con el respeto que exigía una ceremonia entre dioses y humanos y se la introdujo lentamente entre sus ya húmedos muslos, cuando entró suavemente esta vez me abrazó a mi y su dulzura dejó paso a una furia incontrolada, quería quedar bien como representante de las humanas, sus largas crines doradas, empezaron a tener vida propia y acabó aplastada con mis embates como una mosca ante el cristal, contra aquella pared monolítica, exploté en su interior como nunca antes y nuestros gritos fueron contestados por pájaros, ranas, grillos y saltamontes en un festival sonoro nunca oído.
Después nos vestimos tranquilamente.
-Oye por cierto ¿y esta bici? ¿desde cuando los dioses van en bici?
Curiosamente apareció mi ropa al lado, creo que había descuidado un pequeño detalle logístico. Todo mi montaje ya no se sostenía......
Cuando vayáis por el bosque prestar atención a los sonidos, las ninfas, si te pillan estás perdido.
PD Para leer este post multmedia os recomiendo ante todo estar solo o sola, quitar la música (cruz roja navegador), apagar todas las demás páginas e ir activando todos los sonidos, para recrearnos en esta noche mágica veraniega.
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